Como Saturno devoró a uno de sus hijos en la obra de Goya, las grandes tecnológicas nos han convertido en híbridos mutantes que caminamos sin levantar la mirada más allá de nuestro móvil.
Nosotros somos el producto, nuestros objetos tienen Internet y nuestros datos son PARCIALMENTE ANÓNIMOS, por lo que escapan totalmente de la regulación en privacidad.
El contrapoder a estos gigantes no deviene tan solo de la defensa de la competencia – por otro lado – también necesaria (mírese la fuga de influencers de Youtube a Twitch) sino de una efectiva regulación de esta economía del dato.
Esta información facilitada por nosotros gratuitamente tiene valor y los escándalos como el de Cambridge Analytics son tan solo algunas muestra del poder ilimitado.
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